3.9.18

tres años pasaron de una despedida que ahora se vuelve introducción

Quizá reconozco alguna intención en la escritura más allá del entretenimiento y la constancia de asentar ciertos estados anímicos, sin pretender analizar. Pero no creo en la existencia del lector para tal escritura. Ese balbuceo, alienación en un estar por fuera del presente ¿Puede haber deseo de una escritura y de una lectura en estas condiciones?

Si en Sade el continente es ejemplar mientras el contenido rompe con los efectos ¿Qué queda a la literatura en términos de lenguaje para presentar? Forma, límite dice Barthes.

¿Cómo asumir lo que no se cree o peor aún no se sabe? Es una tensión continua entre lo que se practica y lo que se piensa.

El problema viene a plantearse en términos de acto. Aunque un acto lleve a otro hay un inicio que no sé precisar cuál es. Puedo concebir, así creo, el resultado final; un reguero, deshechos para la volqueta más próxima. Pero el impulso sin freno que me lleva a la realización está imbricado en una rutina donde el afuera oficia de guía. Así recuerdo la primera presentación de la idea y el correspondiente susto de permitírmelo. Ahí estaba, escondida, recóndita, aplastada en el fondo de lo impensable. Tapada.

A medida que escribo la imagen va formándose en una continuidad entre lo visto y lo imposible. Aunque la vista recorre cada frase rápidamente no puedo evitar los fragmentos desparramados que la mente construye. Mi memoria es fotogénica y volverá a insistir con la forma y olvidado la gramática.

Aún estoy en schock. Las imágenes provocan sobresaltos. Todo no por no cejar, no querer ser floja en eso también. Yo puedo afrontar la lectura de la truculencia, del continente sin contenido, del vacío en la violencia empecinada, gratuita. Ahora afrontados los relatos, sólo deseando olvidar queda lo inexplicable, la búsqueda de sentido

¿Por qué un escritor escribiría sobre hechos de la Inquisición incluyendo la descripción de los actos aberrantes?

Estática, me quedo sin respuesta.

El asedio me ha mantenido a la defensiva, respondiendo lo necesario a cada instancia. Después las acometidas han sido desproporcionadas, sin motivo ¿Buscaría lograr el vacío, la mente en blanco de la víctima así no supiese a qué atenerse? ¿La víctima por qué y de qué? Identificarse con la víctima parecería un poquito demás. Enderezo el torso, junto las manos y acaricio el cuello distendiéndolo. En otras circunstancias hubiese hecho más movimientos como desperezarme, bostezar aparatosamente y tomar la distancia de un brazo hasta el espejo. Pero estoy acompañada por esa especie de compañía que quisiera pasara desapercibida y sin embargo es cuando más fuerte se pronuncia. No hay elusión posible, tendré que mostrar interés, en modo alguno ella quedará satisfecha pero igual debo actuar como si hubiese posibilidad de satisfacerla.

Vuelvo a quedar estática, muda como el maniquí en Estatutos de Leo Maslíah. La cara lívida devuelta por el espejo me muestra el sin sentido de lo que significa cada aniversario anotado.

Opina Alma Bolón: "Las letras es lo que cuida y cura, es lo que debemos cuidar, es con lo que hay que tener cuidado: poner atención y cuidarse."




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