26.2.16

Lecturas
            Aquella mañana era especial, tenía que decidir entre seguir todo como estaba o volver a organizar su vida. ¿Por qué sentía que comenzaba de nuevo?, algo inaudito. Antes no había dudado pero leyendo Habitación Testigo de Clara Silva, si bien durante el transcurso le resultó repetitivo, denso el personaje principal, cayó en la cuenta, en la necesidad, a veces, de esa densidad. La duda provino de la comprobación que todos escriben, en verdad, logrando alguno en la economía descriptiva sobre un animal, por ejemplo, La Metamorfosis de Kafka; una cierta dosis de ironía para introducir el estado de las cosas, la densidad, nada menos.
            La lectura de Cara Descubierta de Sidney Sheldon le había proporcionado la ópera prima de un consagrado y le gustó, aún sin recordar mucho. Un psiquiatra muy pagado de sí mismo resolviendo su futuro asesinato.

-          ¿Me haces un té?
-          Sí, cómo no.
Así habló la otra: “Rezaré por usted”
¿La ceremonia del té sea china, inglesa, japonesa o criolla, aquí nomás, pertenecerá al orden litúrgico? ¿Y la escritura?
Inclinó la caldera suavemente, vertiendo poco líquido sobre el té, luego tiró y llenó la taza de agua hirviendo. A los tres minutos retiró el sobrecito, tal como el paquete rezaba y esperó pacientemente a que la temperatura ambiente atemperase la infusión.
Fue con la ceremonia que cayó en la cuenta de que no había probado bocado; a partir de ahí. Y que livianita se sentía a pesar de la adiposidad visible en los brazos, piernas y vientre. Una gordura que ella no había imaginado, se le había colado subrepticiamente durante los últimos años. La liviandad estaba en la conciencia de sí. Y de la otra.
Clara Silva describe un estereotipo de mujer muy pobre. Pero la exageración en la falta de vestimenta, alimento y otros eleva la potencia del contraste con quien la contrata para remendar unos trapos. Así su personaje falto de todo siente la presencia de lo indefinible llegando a sentirse feliz y cómoda en su terrible situación. Es la irrupción de otro personaje con sus hipocresías que termina por desquiciarla, perdiendo así el control de sus impulsos.
      

 Nada más que por sentir el ruido.

 Demostrar que alguien vive. 
                                                                                             
 Marcar un territorio desde siempre lleno de silencio interrumpido.                                       

 Por eso dejó caer la lapicera sin esforzarse en detener el movimiento,                          

tramando mientras tanto la repercusión del objeto en el suelo – techo.

25.1.16

La mujer sin memoria
     ¿Qué hacía yo ahora con el otro yo? Sobre todo teniendo en cuenta que la fantasía la había dejado a un lado. Todo asomo de sensualidad desaparecido con la medicación y la lectura de novelas donde la mujer es un objeto para armar, mostrando lo más siniestro del género femenino.
            Imaginarse con un gorila llegar a un apart-hotel ya ni gracia tenía. O sea el hilo o la tinta se cortaban, sigilosamente, no demasiado pronto. Así no tenía lugar el cuento  de la historia donde los personajes pudieran explayarse ¿Haciendo qué? ¿Hablando, paseando, acariciándose, mirándose? Las imágenes se repiten una tras otra y el relato no varía es sólo un tiempo más.
            El problema no es la niña ni el niño, nunca fueron ellos. Es esta imposible forma de contarlo.
            ¿De qué escribir, de qué, de qué? Si sólo quiero recordar las cosas buenas. Entonces me coloco en el papel del observador, omnisciente, ellos hacen. Para no sentir el caballo encabritado al que me subieron aquel día. Así cierto, puedo terminar en el balbuceo de la poesía o en el preludio de lo indecible.
            Desde el comienzo quiero interpretar por lo menos varias coincidencias, no pensar en él, no pensar en el otro, no pensar en ti, pensar sólo en mí y a cada frase agregar la falta del recuerdo.
            En lugar  de ¿qué quieres de mí? Por ¿qué quieres de ti? Pensando sólo en mí creo que es la novedad pero ¿no siempre fue así, o no?
            Diccionario Enciclopédico0, El acoso de las fantasías1, El títere y el enano2, Casa sin fin3, Devocionario4 y de tapa New York5. La columna de textos tiene mi lógica. Cuando empecé el episodio de escritura en el 2013 creí que podría ir bloque a bloque describiendo los rincones particulares de la ciudad en un estilo constructivo. Por el camino quedaron intención y estilo. De maestros y maestras había elegido la verborragia, la pasión y el balbuceo hasta llegar a mi heteroglosia.  Ésta última de reciente aprendizaje en la palabra, aunque nunca bien asumida, la  conocía por  mi hijo con retardo mental. Esta enfermedad caracteriza a las madres por repetir las mismas palabras y una y otra vez por si una vez el niño retiene la pronunciación. Ni hablemos del significado y menos del referente, demasiado pronto.
            Con Ana Rossetti puedo recordar el rincón del último piso del colegio Rosa Mística junto a la puerta del salón. Lugar donde la madre superiora, con el rosario, junto a los alumnos, en fila, seguíamos devotamente cada hecho del vía crucis. La madre no era exigente, el rosario era rezado de a pocos episodios por día. De ese recuerdo solo puedo ahora repetir las palabras dulces “ave maría llena eres de gracia”. Pero tan pronto como aparece quiero borrarlo porque el triple de tiempo me llevó en dejar de verla como una mártir a ella también.
            A mi hijo de nombre le puse Esteban, uno de los significados es el elegido.
           
            Cuando me enamoré coincidió que el local del FA reabría y hacía allí nos dirigimos. La única tarea que nos permitieron fue la pintada del pasacalle. Alguien vino a abrir el local para que trabajáramos. El fantasma de Tarik Carson en El hombre olvidado ahí se me olvidó, fue una exorcización. No había mesa, pintamos las telas sobre el suelo cuidando de dibujar cada letra con el cuadriculado de dibujo aprendido en bachillerato.
            Escribo para olvidar.
            Ya no había misas ni retiros para ninguno de los dos. Entendernos con la ideología, estudiar y hacer sobre la marcha era la consigna.
            Conocernos es saber, puedo repetirla en la siguiente línea y veinte veces más como todo el tiempo que nos toma.
            Univocidad, eres único y te repites en cada ser que conozco. Yo te adoro y te interpreto como el padre que eres.
            Alguna vez has pisado una boñiga de vaca, grande, caliente aún, descalzo. Yo tampoco pero ese mundo existe fuera de mi fantasía.
            Mujer, terrible objeto desmembrado. La novela de asesinatos me ha impresionado al punto de asemejarla a las torturas de la Inquisición o de la dictadura.
            Hoy he descubierto un altar en la esquina de mi sala, cuanta religión hay en ti. Cinco telas de hierbas entretejidas cuelgan sobre un lucernario de hierro revestido en lana cruda. Un cuenco cerámico lleno de chucherías, una canasta, una botella de sidra, un telar, una bolsa de cemento y un baúl de plástico de mariposas impresas y con la leyenda Paris Je t’aime, todo en un rincón de la habitación bajo el cobijo de las pinturas de mi hijo Esteban.
            La casa me parece terrible pero no tengo idea por dónde empezar la mejoría.
            “Por eso, sin tener en cuenta la magnitud de las experiencias anteriores, se insistía en abrir atropelladamente las puertas (las pocas verdaderas) y se iniciaba una nueva residencia.” Casa Sin Fin, Marta Traba.      




0 REA, 1y2 SLAVOJ ZIZEK, 3 MARTA TRABA, 4 ANA ROSSETTI, 5 J.T.GARCIA