5.6.15

La figura y el pueblo

El pueblo, como todo pueblo, tenía pocas almas que se conocían entre sí. Cuando alguno recibía visitas todos estaban informados de antemano porque el candidato se convertía en homenajeado. Cada pueblerino se vestía con sus mejores galas y pasaba frente al hogar favorecido para saludar, intercambiar regalos y disfrutar un trago. Así que el día que cayó la figura los tomó de sorpresa porque no había familiar alguno que allí diera referencias suyas.
En el pueblo nunca hubo hotel, pensión o habitación para alquiler, sin necesidad para qué inventar. Allí la costumbre era arreglarse con lo que se había heredado y construir alguna pieza nueva cuando la familia aumentaba ¿Dónde iría a descansar la figura, se preguntaban al verlo pasear por la plaza principal, bueno única plaza ¿Para qué más, cabían todos hasta con perros en el círculo de la fuente y les sobraba todavía el círculo  con polígonos de césped.

- Pero fíjese vecino que ataque a la razón, que falta de pulcritud, que descaro, andar así por la vida sin allegarse, con familia alguna para presentar.
- Es cierto que no tenemos una autoridad, aquí naide es más que naide, pero así es más fácil se acerca a cualquiera y queda presentado.
- Bueno pero si no es de aquí no conoce las costumbres. Habrá que apercibirlo que tiene que elegir casa para recibir las visitas porque en esa choza no puede recibir a naide.
- Claro así se habla, intervino Blanche, hago el convite y mi casa queda a la orden.
    La figura, de mientras, ignorante de la reunión en la plaza se había trasladado a la orilla del río equipada con caña y balde, se disponía a conseguir alimento. La rodearon por la bajada los cuatro gurises del pueblo. El conjunto caminaba en estricto silencio. Gurises raros éstos - pensó la figura. Una vez en la orilla preguntó dónde conseguir lombrices. Tenían un lumbricario. La figura aceptó la lata llena de rollizos y rojos gusanos enmarañados que le ofrecían seriamente los jovenzuelos. Preparó el anzuelo y tiró con la boya atada a un metro.
- No precisa la boya tan alta, aclaró un gurí. Acá los peces nadan arriba y les gusta picar.
- Siguió cada consejo de los jóvenes pero no obtuvo pesca. Si bien los peces picaban hasta comer la carnada por completo ninguno quedaba enganchado. De alguno que logró tirar, con experiencia en el deporte, resultó que al tercer tirón el pez lograba escapar raudo. Los peces parecian entrenados en el juego del tire y afloje.
- ¿Comen pescado en este pueblo?
- No, no nos gusta. Los criamos para vender.
Cuando la figura rodeada por las criaturas retornaron, en la plaza no quedaban más que un vecino y su perro. El vecino se presentó, extendiendo la mano e invitándola a comer. Noire, dijo la figura respondiendo con igual gesto y aceptando la invitación. Durante el resto de ese día en la casa de Blanche, Noire recibiría uno a uno los habitantes del pueblo aceptando cada regalo y preguntándose cómo recompensar las entregas.
Noire se hallaba de viaje pensando en el retiro anticipado. Vacío por el stress de la ciudad y una vida no muy ordenada de espíritu, decidió recorrer algunos de los sitios que cuando joven había tenido oportunidad de conocer con el grupo de camping. Tuvo que hacerlo solo. Algunos de los compañeros, los más veteranos, no estaban físicamente y los de su generación se encontraban al tope con las responsabilidades familiares.
La asunción de viajar solo no le resultó agradable y todo el viaje hasta ahora sentía una espina clavada en medio del pecho. Por suerte no era aprehensivo sino hubiese parado en medio del camino y vuelto para consultar un médico.
Al promediar los quince días de viaje lejos estaba de lo pensado, aburrido de tanta naturaleza. El pueblo donde hoy arribaba era uno de los primeros que había conocido al pasar en sus años mozos. La característica que siguiese treinta años después igual y a su vez permaneciera como treinta, cincuenta, un siglo antes le intrigaba, alegremente. Sin explicarse por qué, ya que de sí era consciente que no hallaba gracia en las edificaciones añosas. Pero este lugar cuyos habitantes sí apreciaban lo que tenían irradiaba una mística propia. Pero estos pensamientos no son de Noire. Incapaz de plantearse asociaciones entre espíritu y materia. Es más, de la materia, en ese estado de las cosas, más bien el adjetivo que pudiese aplicar sería: cochambroso. Y las habitaciones con húmedad hasta la media pared por los cimientos en barro le resultaban insalubres. Y los techos ¿qué techos? las chapas dolmenit con planchas de espuma plast por debajo le erizaban la piel pensando la entrada del invierno. Mientras ahíto de comida y bebida se estiraba en un perezoso a la sombra de la Santa Rita al fondo de la casa de Blanche.
Entonces recordó que había pensado llevar un relato paso a paso. Hoy no tengo relato, se dijo. Aunque la búsqueda finalizó, encontré lo que no sabía que buscaba, sin embargo estoy en el camino y no puedo explicármelo. Y la perspectiva no creo que sea la que permite el tiempo ido. Es este viaje que me está cambiando la cabeza. Éstas tres últimas semanas, en parte, depender de mí mismo y afrontar lo que depara el camino, no incluye la zozobra que estaba sintiendo dos por tres en la ciudad. Esclavo de lo cíclico me estaba volviendo y si bien las curvas de bioenergía sirven para explicar los estados de decaimiento, no van más allá. Quizá me esté volviendo pagano, después de todo es una religión más

Blanche - A mí me mandó el enemigo.
Noire - ¿Cómo que lo mandó el enemigo?¿A ver cómo es eso? ¿El enemigo de quién lo manda?
Blanche - Y yo vengo como amigo vió pero entonces debe haber un enemigo y como yo no mando, entonces, concluya usted por sí mismo.
Noire - Ah y que le hace pensar que podemos enemistarnos.
Blanche - Y para empezar no más usted dice blanco, yo digo negro. Mire que me sale nomás. No hay mala intención, ni buena.
Noire - Bien entiendo que usted tiene intención de seguir diciendo y en ello es probable que me haga el contrapunto.
Blanche - Ahí está, usted lo dice clarito. Si lo dijese yo saldría oscurito.
N - Pero acá el baqueano es usted. Y se dice que la mosca así preparada no engaña pez alguno. Enséñeme como la arma usted.
B - Mire, puedo hacerle varias moscas, hasta de colores, pero usted va ha tener que aceptar el regalo porque de enseñar yo no aprendí nadita.
N - A mí me parece que usted se hace el negado. La variedad de mosca que  nombró es nueva para mí.
B - Claro, porque las bautizo yo. Mire ésta con cuatro hilos locos enredados es la mosquita parda. Es que el hilo, de tan manoseado, de blanco pasó a terroso.
N - Veo ¿ y ésta con hilos en las dos puntas y el cuerpo torneado?
B - Esa es la mosca gusano.
N - ¿Y la de los hilos rojos cómo la bautizó?
B - ¿Acaso no adivinó?
N - La mosca colorada.
B - Vió, qué fácil es poner nombre. Arme una y anímese a bautizarla.
N - ¿Cómo de una pelotita con hilos enredados entre el dedo mayor y el pulgar sale la carnada preferida del surubí? Hay una mosca de verdad que la picadura produce sueño, creo que se llama tsé-tsé. A ésta cuyo fin es que despierte el apetito del bicho voy a ponerle aperitivo.
B - Usted no es muy original verdad. Todavía no está con lo creativo. Por acá para despertar con ganas de comer hay que tener hambre nomas.
N - Ahí va, engancho la mosquita hambre y tiro, sssssss y pica.